CARTA AL AMOR
Plenilunio en Leo
2/12/2025


Libre de amar, libre de volar.
Así besé tus labios el primer día, atraída por tu mirada de profundidades olvidadas.
Un juego sin pretensiones. La ausencia de amarres y de querer hacerte mío, como una prerrogativa al explorarnos entre sábanas.
Un latir fuerte en mi cuerpo y en mi alma.
Desentrañar mi deseo, abrir la jaula de mi felina domesticada para recordar la esencia salvaje de sus fantasías.
Admirarnos en vuelo, empujarnos hacia el brillo de las estrellas sin interponernos en la trayectoria; seguirnos con la mirada y la sonrisa cómplice, en admiración.
Y cuando el cielo se ha oscurecido y te he visto desorientado, ha sido el elegirme libre de sufrimiento lo que me ha alejado de ti, respetando la trayectoria libre de cada ave.
Y cada una de las veces que nuestras alas se han vuelto a acercar… se han fundido en un abrazo sin tiempo, hasta prender de nuevo las flechas de nuestras chispas, apuntándolas a dos estrellas individuales, parte de una misma constelación.
Hace unos meses, al romperse una de mis alas en las alturas alpinas, mi vuelo comenzó su descenso, quedando cada vez más lejos esa constelación común. Tus alas seguían empujándote hacia arriba en todo tu esplendor, pero mi fe comenzó a debilitarse y acabé alcanzando el terreno embarrado de mis paisajes más sombríos.
Desesperada, intenté reanudar el vuelo, pero mi ala rota no podía elevarse sin un tiempo sagrado de muerte y sanación.
Al verte cada vez más lejos, comencé a lanzarte cuerdas para que quedaras a mi lado, olvidando mi promesa de que nunca te consideraría mío.
Nuestra danza perdió su equilibrio y su belleza espontánea, y se convirtió en el forzar de una trayectoria común a media altura, tiñendo luz con sombra.
Se me olvidó cómo amarme sintiéndome partida en dos, y busqué en tus ojos ese amor que me completara de nuevo, y que, aun así, no saciaba el dolor de mi brecha interior.
Tus alas, sedientas de cielo, soltaron los amarres y comenzaron a distanciar cada vez más nuestros corazones.
Muros de silencios y de palabras vacías, utilizadas como torpes parches sobre mis carnes abiertas.
Fue necesaria una muerte para unir nuestras fuerzas y derrumbar los ladrillos del silencio, para que brotara el río de todas las palabras no dichas, que, al alcanzarme, se han cristalizado en mi pecho cual espadas.
Qué aterrador privilegio, que me dejes penetrar en la vorágine de tu mente atormentada entre pulsiones y valores, deseos y contenciones.
Con cada palabra siento las espadas entrando más y más en mi carne, hasta marearme entre tanta sangre y confusión.
Permanecer allí dos días, con tu mirada temblorosa pero atenta, lamiendo mi ala y mi corazón. Responsabilizándote de todo ese dolor, siendo testigo de mis huesos convirtiéndose en agua, consecuencia del vómito de tus delirios mentales.
Adentrarnos tan profundo en la tormenta de cada corazón, hasta poder mirarnos desde el espejo, desde el otro, y sentir dentro lo que es ser tan opuestos y tan iguales.
Atravesar el miedo y bucear en todas las heridas a la vez, a ratos sola, a ratos entre tus alas firmes.
Adentrarme en el dolor hasta desdibujarme por completo ha sido la medicina inesperada que ha cicatrizado, al fin, la herida de mi ala.
Observarme en toda esa vulnerabilidad, llena de una pureza esencial, ha sido la llave que ha vuelto a abrir la puerta de mi amor hacia mí.
Y al abrirse mi corazón, mis alas han vuelto a su fuerza y han reanudado su vuelo.
Ahora veo con claridad que el descenso comenzó en el momento exacto en el que mi corazón cerró sus puertas. Amar con miedo anula el amor y desde allí la búsqueda del elixir amoroso externo no es más que un reflejo de la perdida de lo más preciado dentro y hacia mí.
Hoy reformulo la promesa que te hice hace un tiempo:
“Si me dejas entrar por tu ventana, primero besaré mi corazón, solamente desde allí sabré amar las alas libres de tu alma”.

