MEMORIAS DE FUEGO

Novilunio en Sagitario

12/1/2024

Hundo las manos en las cenizas y me quemo las almohadillas, borrando parte de mi identidad.

¿Cómo puede seguir ardiendo un fuego que se encendió hace tantísimos años?

¿La rabia oculta en la sombra nunca deja de arder?

Es fácil creer en su extinción cuando mis pies descalzos pisan arena en lugar de estas brasas primordiales.

No hay sanación posible desde el olvido; es oportuno volver a quemarme, dejarme atravesar por lo ocultado, por lo no dicho.

Y en el espejo aparece todo lo que me hizo alejarme de estas tierras tan hermosas, todas las sombras que mis dedos no recuerdan cómo alcanzar desde el exilio, mi hogar seguro.

Pensaba que la sanación requerida era la que implica al otro. Pero soy incapaz de traspasar el muro de palabras unilaterales. Finalmente, el puente que pretendía construir, al no ser acogido, vuelve como un bumerán de mis entrañas hacia mi garganta.

Al volver, las entrañas me traen un cóctel de rabia y culpa tan entremezclados que, al tragarlos, recurro a mi mecanismo favorito y alquimizo todo en tristeza, mi amiga conocida.

Más fácil sería no ser mirada en todo este proceso, pero allí está el abrazo firme de quien me acompaña en este viaje hacia el corazón del volcán.

Una mirada limpia, que simplemente acoge todo lo que es, me enseña el único antídoto posible: aceptar cada gota de sombra con el mismo amor que las gotas de luz.

La complejidad de mis raíces es la que refleja el mapa de mi parte humana.

La oscuridad de la noche sin luna y los colores rojizos de las hojas que caen se reflejan dentro y fuera de mí.

Dejo que la lava me bañe, como una cascada púrpura, y que queme a su paso todo lo que me identifica con mi cuento, con mi historia.

Dejo que arda durante horas, hasta que queden solo las cenizas de los finales que se transforman en comienzos.

Y entonces entiendo que mi esencia había venido a reencontrarse con la familia que trasciende lo humano: mi familia hecha de gigantes rocas, ríos esmeraldas y abetos que alcanzan el cielo.

Ellos, que desconocen la historia humana. Al tocarlos, las lágrimas bajan por mis mejillas y escucho su mensaje:

—El legado de los árboles habita en ti. Tienes que volver a los árboles. Nosotros somos tu hogar.

Apunto mi flecha hacia un mar de copas verdes, invocando la energía solar del arquero, mientras me desprendo de las escamas plutonianas que caen como hojas de mi cuerpo hacia la tierra.