MEMORIAS ENTRE MARES
Novilunio en Capricornio
12/30/2024


Arrastro mi maleta de vuelta al exilio entre mares. Cada paso parece más pesado que el anterior, como si los recuerdos y las sombras recién despertadas se aferraran a mis talones.
Las lágrimas, saladas y densas, dejan un sabor amargo en mi lengua, como un eco de lo que ya no puedo sostener.
Algo dentro de mí se ha roto, y por esa grieta se cuela una voz oscura, una antagonista implacable que no conoce la compasión. Esa voz no ve la calidez que brilla en mi esencia; solo se fija en las grietas y el frío que me envuelve.
Es extraño sentirme así. Es como si el murmullo de mi corazón, mi brújula interna, se hubiera perdido debajo del ruido de esa voz despiadada.
La voz de mi intuición se ha apagado, y yo, desorientada, me convierto en una náufraga en un océano sin orillas.
¿Cómo se vive sin el susurro de la intuición? Mis pies vagan sin rumbo, y yo no reconozco este vacío que ahora se instala en mi pecho.
Antes, la vida me embriagaba, la saboreaba a grandes bocados, tan enamorada de su latir. ¿Cómo es posible que ahora solo un hilo fino me conecte a su aliento?
En mi confusión, invoco ayuda. Pido consejo a mis guardianes, y siento cómo mi voz comienza a vibrar en un antiguo cántico egipcio.
Las notas me envuelven, y la sacerdotisa de mi interior aparece, etérea, escenificando una ceremonia cuyo propósito aún desconozco.
De pronto, la veo: la otra yo. La que no tuvo el valor de seguir su intuición, la que se quedó atrapada entre las brasas primordiales que la vieron nacer.
Su cuerpo está cubierto de vendas, tejidas con incoherencias diarias y legados ancestrales que la han atado de manos y pies.
Sus alas están aplastadas, incapaces de desplegarse, prisioneras en una jaula demasiado pequeña para contener su grandeza.
Ella me mira, con una súplica en sus ojos. Me pide que la libere, que la acompañe a despedirse de un mundo donde sus alas nunca pudieron volar.
Junto a mis guardianes, la llevo al final del jardín, donde el aire se llena de luz y el tiempo parece detenerse.
Allí, entregamos su alma al cielo, y la veo alzar el vuelo hacia un plano más alto, un lugar donde su esencia pueda finalmente expandirse.
Cuando su espíritu se eleva, un aliento cálido, un soplo de amor, recorre mi pecho y devuelve la vida a mi corazón.
Entiendo entonces que su liberación es también mi liberación. Su vuelo, en otros cielos, refuerza el mío sobre esta tierra.
Pero al desvanecerse esa línea de tiempo paralela, siento un vacío inmenso en el centro de mi pecho, como si algo esencial hubiera sido arrancado de mí.
El dolor es tan profundo que no puedo evitar hundir mis manos en el abismo de mi propio ser.
En lo más profundo, encuentro una semilla negra, pequeña pero densa, cargada con el peso de los oscuros legados heredados de los ancestros de mi tierra.
Su energía es pesada, su presencia sofocante. Me lleno de determinación y la arranco con fuerza, liberándome de su sombra y la entrego a los guardianes para que la desintegren.
En su lugar, deposito una semilla de luz, pura y radiante. Esta semilla, nueva y poderosa, prende la llama de mi esencia.
Mi fuego interior se enciende de nuevo, iluminando cada rincón de mi alma y devolviéndome al presente, al latido de la vida que una vez creí haber perdido.

